Reglas de Cortesía
Cuando te encuentres conmigo no te sientas incómodo. Nos ayudará a ambos si recuerdas estos sencillos puntos de cortesía:
Soy un ser como cualquier otro, sólo que soy ciego. No necesitas levantar la voz o dirigirte a mí como si fuera un niño. No le preguntes a mi acompañante qué quiero, pregúntame a mí.
Si camino contigo no me agarres el brazo; deja que yo te coja el tuyo. Me mantendré medio paso detrás de ti para anticipar las curvas y escalones.
Quiero saber quién está en el salón conmigo. Habla cuando entres Preséntame a todos incluyendo los niños y dime si hay un perro o gato Pon mi mano en el espaldar de la silla.
Las puertas de un salón, gabinete o de un carro parcialmente abiertas son peligrosas para mí. En la comida no tendré problemas con las destrezas de la mesa.
No omitas palabras como “ver”, yo las uso también. Ej: Me alegro de verte.
No quiero piedad, pero no hables de las magníficas compensaciones de la ceguera. Mis sentidos de olor, tacto y audición no aumentaron cuando perdí la vista. Dependo de ellos y por eso puedo obtener más información que tú a través de esos sentidos y eso es todo.
Si soy tu huésped enséñame donde esté el baño, gabinetes, guardarropa, ventanas e interruptor de luz.
Si eres curioso, discutiré la ceguera contigo, pero es un viejo cuento para mi. Al igual que tú, puedo conversar sobre otros temas. No pienses de mí sólo como un ciego. Sólo soy una persona que de casualidad está ciega.
Sólo los ciegos pueden tener bastón blanco. Se ven más personas ciegas caminando por la calle solos. No por ser ciegos, sino porque hemos aprendido a buscar nuestro propio camino.